Damián Flores Un itinerario entre arquitectura literatura y retrato
Del 10 de noviembre al 15 de diciembre 2017 en la Sala Rivadavia de Cádiz, calle Pte. Rivadavia, 3 Cádiz España.
Desde sus comienzos la Sala Rivadavia ha tenido un firme compromiso por mostrar la contemporaneidad de los artistas de la provincia de Cádiz. Esto
no es óbice para que en nuestra programación incluyamos a otros artistas que, o bien estén de pujante actualidad, o tengan un merecido renombre dentro del panorama artístico nacional.
Creemos que es importante apoyar y apostar por lo nuestro, pero sin perder de vista lo que se hace en otros lugares para el disfrute y aprendizaje de los propios artistas gaditanos y de todos aquellos que sean asiduos o esporádicos visitantes de la Sala Rivadavia.
En el caso de Damián Flores (Acehuche, Cáceres, 1963), -extremeño de nacimiento pero andaluz de adopción, su familia se traslada a Belalcázar (Córdoba) cuando contaba pocos meses de edad por motivos laborales -, su inclusión en la programación viene justificada, además de por su excelente calidad como pintor, por su participación en el Certamen ADUANA, en el que le fue adquirida una pieza en el año 1992 titulada ‘La Fabrica’.
Damián Flores, por lo tanto, pertenece al selecto grupo de artistas que forman parte de la Colección de Arte Contemporáneo de la Diputación de Cádiz.
Como es tarea de esta Fundación Provincial de Cultura el mantener viva la colección, nos parece interesante hacer de vez en cuando una revisión de conjunto de la obra de los artistas representados para así poder afianzar el contenido artístico de la misma.
Decía Daniel Capo en el texto de un antiguo catálogo que “la cultura es la verdadera gramática con la que Damián Flores desentraña el espinazo del mundo”. Damián es un artista evocador que nos retrotrae a determinados ambientes y determinadas atmósferas que nos envuelven. Sus cuadros plasman la vida de las ciudades, con sus viandantes, sus edificios racionalistas y art déco, y ese regusto por los viejos cines, las fábricas abandonadas, y toda suerte de lugares a los que Damián Flores rodea de una extraña melancolía.
Por otro lado, parece casi como si se produjera un efecto de conversación entre todos aquellos “grandes” que son su fuente de inspiración como Catalá Roca, Morandi, Ramón Gomez de la Serna o Le Corbousier.
Damián se nutre de todos estos personajes para establecer un coloquio permanente entre el artista representado y su propia obra, en la que el espectador no permanece impasible sino que participa de ello.
Son muchas y variadas sus influencias, como le pasa a todo artista que se precie, y no intenta ocultarlas, al revés, sino que empatiza con ellas y las muestra claramente. De Chirico o Hopper son algunos de estos artistas, pero también sabe beber de otras fuentes. En este itinerario pictórico por la arquitectura, la literatura y los retratos Damián Flores se nos presenta como un artista completo lleno de sensibilidades culturales y artísticas, que en esta exposición demuestra sobradamente.
Espero que el público gaditano y todos aquellos que nos visiten disfruten de esta muestra tan variada y completa con más de sesenta obras, y se dejen llevar por ese mundo, casi siempre metafísico, en donde la arquitectura racionalista, de la que en Cádiz y en su provincia hay variados ejemplos, tiene un especial protagonismo y donde además se hace un peculiar y merecido homenaje a los grandes creadores del siglo XX.
Irene García Macías
Presidenta de la Diputación de Cádiz
Damián Flores: De Madrid a Buenos Aires pasando por Nueva York, con Galdós de pasajero
Fernando Castillo
Desde sus comienzos artísticos madrileños en los ya lejanos días de las galerías Caballo de Troya y Seiquer, la obra de Damián Flores, siempre incluida en la figuración más
contemporánea, muestra un itinerario cuya cartografía se realiza a la luz de la literatura y de la arquitectura, de las letras y de las formas.
Es una poética artística que ha desplegado desde hace más de dos décadas mediante un ejercicio de memoria, de investigación y de construcción de un universo histórico y
literario. Un mundo personal que tiene varios referentes y como escenario esencial a las ciudades, unos espacios que son el escenario del siglo XX y que están vistos con una mirada más literaria que documental que confirma la idea azoriniana de que un pormenor expresa el todo.
Y es que Damián Flores tiene la convicción de que el ambiente es la esencia de la ciudad, el escenario real de la arquitectura que tanto le ha influido, pero también el lugar en el que se desarrollan la literatura y el arte, es decir, la vida. Unos convencimientos que se reflejan en su pintura en la que la narración es más importante que la representación.
Es habitual insistir en que en el universo artístico de Damián Flores, junto a una labor de documentación preparatoria, se percibe una destacada presencia del cine
y de la literatura, de lecturas sucesivas que le permiten reconstruir entornos narrativos y personales de un amplio grupo de escritores admirados –algunos un tanto secretos con los que realiza una labor de rescatador de raros, retratos incluidos–, llevando a cabo un ejercicio creativo que también tiene mucho de literario, de relato, de
traslado de lo narrativo a lo pictórico.
Es lo que revelan sus trabajos dedicados a la interpretación del mundo de Patrick Modiano, de Ramón Gómez de la Serna y, más recientemente, a los escritores europeos de entreguerras, todas ellas unas exposiciones en las que confluyen el arte y la literatura.
Y es que en Damián Flores hay una doble militancia, la de lector-espectador y la de artista, que conforma su mirada y determina su obra. Una confluencia que se refleja en otra vertiente de su pintura como son los retratos dedicados a modo de homenaje a los escritores pero también a los fotógrafos, arquitectos y directores de cine que pueblan su imaginario esencial.
Todos ellos forman una larga y destacada nómina de personajes, siempre situados en contextos reveladores y sugerentes de la actividad y del entorno especifico del retratado.
Su itinerario personal, de cosmopolita castizo a lo Ramón Gómez de la Serna, se extiende por La Habana caribeña y vanguardista; por la Galicia mágica y moderna de Álvaro Cunqueiro y del portugués Álvaro Siza, a la que también lleva a Giorgio De Chirico; por el Gijón de Julián Ayesta y la arquitectura racionalista y art decó, de la que recupera insospechados rincones; por la Barcelona de la periferia y las estaciones de ferrocarril, este un espacio esencial en el artista; por el Bilbao moderno de entreguerras y su ría de bosques de grúas y chimeneas, espléndidamente pintadas; por la pessoiana Lisboa; por la académica Italia, donde se acerca a los metafísicos bien vía Roma o Florencia; por el morandiano Nueva York; por el París modianesco de colaboracionistas y traficantes en los años negros de la Ocupación y la posguerra o por el Buenos Aires de su Roberto Artl y del magnífico Kavanagh, su Capitol austral.
Pero sobre todos estos lugares destaca Madrid, el Madrid “plateado” y racionalista del Arte Nuevo que habría de desaparecer en 1936 a golpe de “quince y medio”, o el Madrid del fotógrafo Catalá Roca de los cincuenta y sesenta, una ciudad de la que Damián Flores se ha convertido en intérprete y a la que ha convertido en referente de su pintura.
Todo ello lo ha pintado Flores con un lenguaje en el que muchos han visto atmósferas y trazas hopperianas, que las hay, como también hay elementos metafísicos, italianizantes –arquitecturas de Chirico, algo de Sironi en pincelada más fina pero con idénticos paisajes deshabitados–, que hablan de soledades, de sombras, de espacios de luz imposible y arcadas misteriosas, de personajes que han estado o han sido, de urbes en las que hay un relato.
Unos referentes que se mantienen a lo largo del tiempo, adecuándose a la evolución del trazo y que comparten en diferente proporción los artistas de la generación de neofigurativos que ha estudiado recientemente Paco de la Torre, a la que pertenecen tanto Damián Flores como el propio crítico, y de la que Juan Manuel Bonet fue oportuno mentor.
De todo ello hay en esta amplia y variada muestra presentada por la Diputación de Cádiz que hemos titulado Damián Flores. Un itinerario entre arquitectura, literatura y retrato, que propone un recorrido por la obra y la poética del artista.
Son trabajos reunidos de acuerdo con el criterio de ilustrar cada uno de los apartados en los que se divide su actividad artística, que a su vez forman un todo en el
que aparecen como elementos constantes la ciudad y la literatura expresados por medio de la arquitectura, de los retratos de escritores y arquitectos, y de las referencias a
su obra y a su entorno. Unos apartados que sin embargo comparten una poética común, la misma que lleva de las calles solitarias o de las arquitecturas fantásticas al entorno ramoniano o al París más modianesco.
Organizada en las tres secciones que señala el título, aunque dos de ellas –retratos y literatura– se combinan, para el desarrollo de la exposición se ha acudido a un
criterio cronológico de lo representado, lo que apoya la idea de recorrido que la impulsa. No es de extrañar entonces que el apartado dedicado a literatura y retratos
se inicie con el de Benito Pérez Galdós y el perfil del Madrid decimonónico al fondo y finalice con otro, moderno e interesante, del escritor y diplomático Julián Ayesta, autor del maravilloso y lírico Helena o el mar del verano.
Entre ambos se encuentran las piezas dedicadas a arquitectos como el magnífico retrato de Le Corbusier o los dibujos de escritores que vivieron en la Europa de entreguerras como el lisboeta Fernado Pessoa, un Maiakovski ante el tren blindado, el español Corpus Barga en el Paris de
Comisario de la exposición
Descarga el catálogo de la exposición de Damián Flores en pdf (13,5 megas)
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